#ConLdeEnfermera: Ser novato o ser «nuevo»... una cuestión de tiempo y experiencia.
Imagen que he obtenido de Enfermera Novata
Me habría gustado poner una foto mía de pequeña, con mi maletín de la Señorita Pepis de enfermera, que lo tuve, pero a mi madre no le dio por hacerme fotos. Por ello me tengo que conformar con poner a este enfermerita de la publi de esos maletines de cuando yo era niña.
¿Es lo mismo?
No, no es lo mismo.
Novatos somos desde el primer día que tenemos el título de profesionales de enfermería bajo el brazo y somos enfermeras. Desde ese instante somos enfermeros a estrenar, nuevos e inexpertos; con conceptos aprendidos y alguna técnica ensayada, pero con todo por aprender. Y eso se soluciona con el tiempo, con la experiencia, con las rotaciones por servicios y centros de salud, por unidades, por residencias y clínicas de diverso pelaje.
Ser nuevo, «el nuevo» o «la nueva», eso lo somos cada vez que vamos a un servicio nuevo, en una sustitución, un contrato o un ingreso nuevo por la razón que sea. Podemos llevar miles de años en la profesión, tener experiencia para escribir siete enciclopedias, pero el primer día que te calzas los zuecos y el uniforme de un servicio distinto, ese primer día que entras en sea cual sea el servicio, unidad o departamento, ese día eres el nuevo.
Ambos conceptos, novato-nuevo, en demasiadas ocasiones son peyorativos y se lanzan hacia esa persona con cuasi desconfianza y no menos dosis de desprecio en sus sílabas. No, no exagero... porque, ¿saben una cosa? por lo menos 13 veces desde que empecé en mi labor sanitaria fui la nueva, sólo en la primera y la segunda, fui la novata. ¿Y cómo me recibieron? Pues de esas 13 veces, sólo una tercera parte se me recibió bien. El resto, se me recibió con desconfianza, mirándome de arriba a abajo, como si mi aspecto y mi imagen exterior diera una idea de lo que yo era o no capaz, dándome en ocasiones tareas... como el que le da unas perras a un pobre en la puerta de una iglesia. Frase despreciables como: «Ve tomando las tensiones» o el no menos humillante «siéntate y escucha hasta que terminemos» las he escuchado mientras me comía mi rabia y me tragaba las ganas de contestar. Teniendo que demostrar día a día de lo que era capaz, mis conocimientos, mis ganas, mi capacidad; esforzándome en demostrar constantemente algo que los demás no se molestaban en demostrarme a mí...
Porque digo yo y no pierdan de vista esta idea:
Los que ya están allí trabajando, en el servicio que sea, se preguntan cómo será «el nuevo», si será o no trabajador, responsable, capaz, buena gente... Pero no se dan cuenta de que los que somos nuevos nos preguntamos exactamente lo mismo: ¿Cómo serán los que allí trabajan, serán responsables, harán bien su labor, serán simpáticos, profesionales o cómo serán?
La desconfianza es mutua, de eso no hay duda, pero prevalece el punto de vista de los que llevan ahí más tiempo que tú; porque ese es su sitio y tú un recién llegado. Por ello...
¿No sería mejor tener establecido un «protocolo de recepción a nuevos profesionales», en los que los supervisores de cada servicio se impliquen directa y responsablemente en la acogida de esos enfermeros o auxiliares? Sería algo no muy complicado como disponer tareas preestablecidas en los servicios más complicados, tomas de contacto previas -voluntarias, claro-, número menor de pacientes durante uno o dos días, supervisión controlada de las tareas del novato...
En definitiva, en cada servicio establecer unas pautas que busquen un doble objetivo:
- disminuir el estrés por el nuevo trabajo/labor que supone para un novato empezar en un trabajo complicado y de enorme responsabilidad como es ser enfermera.
- reducir la carga que para los enfermeros de plantilla supone enseñar a los novatos/nuevos el funcionamiento y protocolos del servicios... porque los gestores se olvidan que mientras que un nuevo compañero se adapta, los enfermeros de plantilla corren con mayor carga laboral, muchas veces en periodos en los que además hay menos personal y el mismo trabajo, como es en verano.
- y como punto final, el que sale beneficiado es el paciente, que no sufre que el hecho de que haya personal nuevo y desentrenado redunde en la calidad asistencial de su problema de salud. Porque eso, señores gestores, también produce estrés en los pacientes, lo que redunda en su recuperación.
Debería ser un protocolo que garantizara la recepción del nuevo compañero sin dejar la cosa al azar o a la buena o mala intención de quienes trabajan ese día y a esa hora. Eso sí, con protocolo o sin él, deberíamos plasmar en la entrada de controles y salas:
TRATA Y RECIBE A LOS DEMÁS COMPAÑEROS, COMO TE GUSTARÍA QUE TE TRATARAN Y RECIBIERAN A TI.
Los cargos intermedios de enfermería deberían tener claro que esto también debería ser su responsabilidad, que no se pueden hacer números para que los servicios cuadren, porque esos números son personas, profesionales y sobrecarga de trabajo. Que el primer desprecio hacia los nuevos/novatos viene precisamente de ellos, de esos adjuntos o como se quieran llamar para justificar que ya no le dan al zuecocros* Y que tampoco, los supervisores de planta deben olvidar que a los nuevos enfermeros y auxiliares ellos deben facilitarles su incorporación y proporcionarles toda información y ayuda hasta que conocen el servicio y controlan su labor.
¿Hacen esto los supervisores? ¿Se preocupan de esto? ¿Sí...? ¿O no?
Sé que hay muchos supervisores/as que sí se ocupan... pero la gran mayoría, no.
De las 13 incorporaciones nuevas que he tenido en mi experiencia, sólo en tres de ellas el supervisor/jefe de servicio hizo algo para que mi adaptación fuera correcta y la carga a mis compañeros fuera poca. Mi primera supervisora, Rosalía y su sustituta durante sus vacaciones, Maribel, del Hospital Clínico San Carlos... -no doy más datos por si les molesta-, fueron excepcionales, magníficas y humanas. Hasta me regañaron por no pedir ayuda a otros compañeros y ellas mismas me ayudaron y no me perdieron de vista ni un segundo hasta que me adapté. Con esos inicios, comprenderán que a partir de ese día comprobé que hay sólo una forma de hacerlo bien y muchas, muchas formas de hacerlo mal.
Ea, ya termino.
En este fragmento que sigue queda resumido mis primeros días como enfermera en ese servicio de la séptima norte del Clínico San Carlos, hace ya 24 años...
Atrás habían quedado los años de universidad, las agotadoras horas de prácticas en hospitales y centros de salud a las que yo creo que se debería llamar trabajar duro sin cobrar nada; irremediablemente atrás quedaron también las interminables horas de clase aguantando a ciertos petardos con la capacidad docente de un rinoceronte, los profesores exigentes y malhumorados, los profesores amables y considerados; las miles de horas de estudio, incubación y letargo en las bibliotecas, los enciclopédicos trabajos de investigación, la ilusión, la esperanza, el deseo de empezar una nueva senda… Todo eso había pasado con más éxito del que nunca creí llegar a conseguir, impelida por una vocación que me escocía en la piel desde mi más tierna infancia.
Ya han pasado casi veinte años y aún sigo sintiendo el miedo de la nueva responsabilidad pellizcándome el estómago. Me veo acercarme al hospital aquella primera mañana de julio, entrar en el vestíbulo y apretar un botón de llamada con dedo temblón. Sigo viéndome subir a mi planta por el ascensor de servicio con el corazón golpeteando como loco en mi pecho. Me veo cambiarme de ropa y colocarme el blanco e impoluto uniforme nuevo, el sudor resbalando por mi espalda y haciéndome todavía más incómoda la tela demasiado rígida por la escasez de lavados. Aún sigo sintiendo ese deseo loco que me embargó, que me poseyó aquella mañana de estar en otro sitio, en un lugar lejano y cálido mientras trago saliva e intento hacer desaparecer esa bola que me atenaza la garganta amenazando con ahogarme; esa certeza histérica y chillona que no cesa de retumbar en mi cerebro y que me explica con palabras nerviosas, atropelladas, que me he equivocado de trabajo, que me he obcecado en una vocación ilusoria, que lo que realmente deseaba era ser secretaria o peluquera o dependienta en una tienda –sin deseo de hacer de menos a estas ocupaciones, por supuesto—. Ese enloquecido impulso, controlado a duras penas, que me llevaría de vuelta a casa o a cualquier otro sitio, con tal de que esté lejos de ese hospital que ha cometido la torpeza de contratarme. Me imagino que algo así debe sentir el soldado a punto de entrar en combate o el reo condenado a horca con la soga jugueteando a la altura de su mentón y arañándole la piel de las orejas.
No hay nada peor, creo yo, que acercarse con paso corto, en un intento vano de no llegar jamás al control de enfermería, haciendo titánicos esfuerzos para no caer de los fastidiosos zuecos que ya me han hecho una rozadura en el dedo gordo. “¡Si me hubiera puesto calcetines! ¡Mira que me lo dijo mi madre!”
La enfermera del turno anterior, el de noche, me recibe distante, desconfiada, carpeta en ristre, apreciando en todo momento a quién tiene delante gracias a la fría mirada de evaluación que me ha dirigido y a quien, a juzgar por el rictus desagradable de su boca, no le produce ningún goce en los albores de la mañana y tras algo más de diez horas de intenso trabajo tener como relevo de su turno a una novata, que va a ocuparse de sus enfermos en las próximas siete horas. El latido loco del corazón me restalla en los oídos y no me deja entender bien qué es lo que me está contando esta mujer, que ¡por Dios, cómo puede hablar tan rápido! Con bolígrafo raudo y nervioso, pero siempre profesional, recojo los datos, apunto los sueros, las fiebres que ha habido, las muestras de sangre que debo tomar. El estruendoso carpetazo que da la enfermera sobre la mesa me impide terminar mis notas y corta de sopetón el hilo de mis pensamientos con una frase que a partir de aquel instante iba a escuchar en cada cambio de turno:
—Si tienes alguna duda, está todo escrito—. En la historia del paciente se suelen registrar las incidencias y la evolución del paciente en los diferentes momentos del día, para que lo entiendan los profanos; es un elemento básico de consulta y seguimiento por parte de enfermería.
¡Y tanto que estaba todo escrito! ¡Vaya barullo y qué letra! ¿Esto es cirílico o cantonés? Las horas más horrorosas de mi corta existencia pasaban lentas y espesas, como babosas, y me pesaban como bloques de granito. Los sueros se me retrasaban, las vías venosas se me obstruían, las sondas vesicales se salían de donde debían estar... El espanto me atenazaba la respiración y creo que ninguna bocanada de aire de las que intenté respirar me llegó a los pulmones en esas espantosas siete horas. Los pacientes me hicieron tantas preguntas, los familiares me pidieron tantas cosas, los médicos me escribieron tantas peticiones que si no me hubieran echado una mano aún estaría resolviendo cuestiones.
Creo que durante ese turno me repetí unas cincuenta o unas mil veces: “¡Me he equivocado de trabajo, me he equivocado! ¡Mañana no vuelvo, no vuelvo, palabra, este trabajo se va a la porra!”. Gracias a la ayuda de los demás enfermeros, que trabajaban aquella dichosa mañana en los otros controles de enfermería de la planta, pude terminar el trabajo con cierta normalidad y sin que pasara nada irremediable. La auxiliar de clínica que empezó ese día conmigo era tan novata como yo y poco apoyo moral me pudo proporcionar en las miles de miradas de desesperación que cruzamos a lo largo del pasillo en esas interminables horas. Y esto los pacientes lo notan, ¡vaya que lo notan! Deben sentirse como pasajeros en un avión que de repente se ve tripulado por un experto en cometas. Ella no pudo ayudarme a mí y yo no pude hacer nada por ella. Cuando nos cruzábamos por el pasillo, los rostros arrebolados por la histeria y el sofocante calor, los ojos desorbitados por la ansiedad, nos lanzábamos miradas de mutuo entendimiento. ¡Qué consuelo saber que no eres la única que lo está pasando fatal!
Estuve a punto de llorar más de un millón de veces, sobre todo por las múltiples regañinas que algunos médicos, crueles ante la desgracia ajena, me dedicaron tras retrasarme en la consecución de ciertas órdenes terapéuticas. Pero ¿cómo no me voy a retrasar, si aún no he tomado las constantes ni he puesto la medicación de las doce horas, ni sé cómo es la cara de la mayoría de mis pacientes...?
—Pues prioriza, nena, prioriza—. Se me decía con sorna. Y no pude priorizar porque todo lo que me restaba por hacer era priorizable. ¡Qué sufrimiento, madre, qué impotencia! En las muchas prácticas que había hecho durante mi formación como enfermera todo parecía más sencillo, más llevadero. “¡Claro, mujer, claro; en las prácticas siempre tenías detrás a la enfermera que te sacaba la mayor parte del trabajo sin que tú te dieras apenas cuenta!” Pero cuando te ves sola, obligada a organizarte y a valerte por ti misma la cosa cambia rabiosamente de color y el mío aquél espantoso día no salió de la gama de los grises y negros.
Cuando por fin llegué a mi casa más allá de las cuatro y media “mañana no vuelvo, ¡por mis mulas!”, dolorida en cuerpo y alma, con los pies hinchados y ulcerados, con el amor propio bajo tierra, y con la resolución firme de no volver a ese hospital, me acosté. Me dormí inmediatamente anestesiada por el cansancio y la fatiga moral. Fueron más de trece horas de volver a vivir lo vivido en el fluir constante de mis pesadillas, con trazas apocalípticas, en desastres sin solución.
El despertador inteligente, que era mi madre, me sacó de esa cámara de tortura que eran mis sueños a las siete en punto. Me levanté, me duché y vestí. No sé cómo llegué al mismo sitio y a la misma hora que el día anterior. Volví a sentarme ante la curtida enfermera que me había recibido el día anterior. Parecía sorprendida de verme otra vez y entera. Su mirada me aseguraba que no creía que fuera capaz de repetir la experiencia pasada. Con un suspiro de hastío volvió a relatarme a la velocidad de la luz lo acontecido en el turno de noche. Yo, tozuda, aguanté el tirón. Un carpetazo sobre la mesa y la frase:
—Está todo escrito—. Bíblica expresión que en ella era toda una realidad dada la profusión de su narrativa, que se extendía sin fin en las Hojas de Incidencias de los pacientes y que podría ser hasta bella si se pudiera entender la letra, por supuesto.
Ese día llegó a su fin casi como el anterior. Digo casi porque el andar un camino ya conocido era una fantástica ayuda. Los pacientes me saludaban por mi nombre, los médicos me hablaban de órdenes y tratamientos ya vistos. Caminaba, en definitiva, por una vereda ya abierta y supe en todo momento cuándo debía pedir ayuda y a quién. Y el día siguiente fue algo mejor, y el siguiente, y el otro. Hasta que una mañana, no puedo decir cuándo, una semana, dos, un mes más tarde, conocía al dedillo a mis casi treinta pacientes; los informes, las historias de enfermería, los volantes de peticiones llevaban mis anotaciones, se me saludaba y llamaba por mi nombre, realizaba los trabajos y tareas con cierta seguridad y a la hora estipulada, estaba ya preparada para realizar determinadas gestiones por teléfono.
Ese día llegó y disfruté de mi trabajo y supe que no, que no me había equivocado, que mi vocación era cierta y que el trabajo de enfermera era lo que yo esperaba que fuera. Pero hasta entonces, hasta que sin darme apenas cuenta de ello llegó el momento en que no me producía una angustia terrorífica llegar a mi planta o ponerme el uniforme, en todas y cada una de las jornadas que pasé, en cada una de las horas que laboré, me juré a mi misma que de ese día no pasaba y al siguiente no volvía.
Han pasado un montón de años y hoy lo recuerdo con cariño, porque queda lejos, claro. Estoy segura de que todos aquellos profesionales que han pasado por esta inquietante experiencia saben lo que supone. El primer día suele ser nefasto y difícil. Cuando regresas al día siguiente lo haces con el temor de que haya pasado algo terrible, de que hayas cometido algún error fatídico y ese temor lo mantuve durante semanas hasta que la costumbre y la práctica fueron dándome seguridad y tranquilidad en lo que hacía. Esta tensión inicial es algo que sucederá en todos los trabajos y ocupaciones, supongo Lo que mi profesión tiene de distinto, como todas las de ámbito sanitario, es que el objeto de nuestra labor lo conforman personas, no cosas u objetos y aterroriza hacer algo mal o que algún paciente resulte dañado por nuestra impericia. Todos mis compañeros de mi actual destino reconocen sin rubor que sufrieron algo parecido, que los primeros días lo pasaron tan mal que en algún momento se plantearon abandonar y dedicarse a otra cosa. Eso demuestra que yo no soy muy diferente de otros profesionales. Porque, en este trabajo, el que no tiene cierto temor a las meteduras de pata, a hacer daño a los demás, puede ser un inconsciente y alguien potencialmente peligroso.»
*Dialecto Lola/Español-Español/Lola: acción de currar como una loca, pasillo va, pasillo viene, en un servicio con mucha carga de trabajo, hasta que los pies parecen dos chirimoyas.
Comentarios
Sé que lo que yo viví en su día no fue nada nuevo, que todos pasamos por lo mismo. Por ello te digo, que tengas paciencia... esa sensación quizá desagradable de los primeros días, que te hace creer que te has equivocado en tu vocación, esa sensación, te digo, pasa y un día sin darte cuenta empiezas a darte cuenta de que sí es lo que esperabas y disfrutas de tu labor, de tu trabajo. Date tiempo.
Sí quieres comentar algo o desahogarte o charlar, búscame en el blog o en mi mail: montalvo.lola@yahoo.es
Un abrazo, besos miles y ánimo!!!!
Yo estudié hace 13 años otra carrera, me fui al extranjero sin tener ni idea del idioma, pues los nervios que pasé en aquel entonces no son comparables a mi primer día en el hospi como enfermera y en medicina interna.
En aquel entonces, sólo hice la sustitución de verano y he ido trabajando posteriormente en diferentes sitios pero no había vuelto al hospital.
Hasta que hoy, recibí llamada y mañana empiezo de nuevo: estoy muy nerviosa ( atacada más bien) y encima la preocupación de separarme de mi peque de 13 meses.
Yo pensaba que estos nervios sólo eran míos y hasta me daba vergüenza comentarlo pero veo que no.
Lo que ocurre con los contratos de ahora que cuando puedes empezar a conocer la planta, ya se ha terminado y no sabes si te renovarán o volverás a empezar de nuevas en otro sitio.
Estoy muy contenta de empezar mañana pero tú mejor que nadie sabes que hay que pasarlo.
Disculpa que se pasó tu comentario y no te he dado réplica.
Gracias por leer y comentar. Un abrazo
Anónimo:
Te deseo mucha suerte y buenos compañeros. Todo es difícil porque no sólo tienes que hacer in trabajo en un ambiente nuevo, sino que dependes de como sean tus compañeros. Sólo ellos pueden amargarte un destino.
Gracias por leer y comentar.
un abrazo y espero que sea el primero de más contratos...o uno indefinido!
Indiscutiblemente este es un trabajo duro y difícil, sobre todo en ciertos servicios y, sobre todo, al principio. Todos nos planteamos en algún momento dejarlo, pero si te gusta esta profesión, aguanta. Llegará un momento en que la experiencia te permite disfrutar de verdad de poner en práctica los cuidados de enfermería, esos que de verdad posibilitan que una persona se cure o viva su enfermedad crónica de una forma adecuada.
Si necesitas algo en lo que yo te pueda ser de utilidad, ponte en contacto conmigo. Mi mail está en el perfil del blog.
un saludo
Siento mucho lo que me cuentas... eso que narras es una forma de «moobing», una forma de acoso en el trabajo, de agobiar al compañero de ningunearlo y de hacerle ver que no es bien recibido. Estoy cansada de ver que sigue sucediendo, que se siguen cebando en personas que acaban de empezar o que son nuevas en un servicio.
Te animo a que no te rindas, si te gusta tu trabajo no te rindas y si crees que la cosa pinta fea, búscate un testigo que te respalde y denúncialo: a tu supervisora o a un sindicato. Esto es típico de enfermeras/os viejunas/os y rancios, prepotentes y a veces, amargados/as (no por edad, ojo, si no moralmente) que se creen superiores a otros y no dudan en amargar la vida a quien se le ponga por delante. El silencio de sus víctimas es su mejor baza.
No te rindas, no dejes que esos impresentables te amarguen la vida y la ilusión... A mí consiguieron jorobarme hasta tal punto que abandoné mi trabajo durante un tiempo, quemada como estaba. TE invito a leer mi entrada, «Yo no defiendo a los malos profesionales»
No te rindas y no te dejes avasallar.
Un abrazo
Me he animados volver a intentarlo, vale decir que renuncié por esos motivos...
Gracias y adelante enfermería!!!!
Gracias a ti. No pierdas la ilusión jamás y no dejes que ciertas personas a las que les falta un mucho de humanidad te puedan amargar la vida.
Un abrazo
Te digo lo mismo: no dejes que nadie te aplaste ni te quite la ilusión. Eres más fuerte de lo que te piensas, no lo dudes.
Un abrazo
Siento muchísimo lo que me cuentas. Espero que poco a poco se vaya pasadno esa desesperación que, por desgracia, a veces es fruto de la inseguridad. Pide ayuda a tus compañeras/os, confía en lo que haces, pregunta todo lo que dudes y no tengas problemas en volver a estudiar para fortalecer los conocimientos que tengas algo pasados o flojos.
A veces solo se sale de este trance con el tiempo, confiando que uno hace lo que estudió por vocación.
Si crees que te puedo ayudar en algo estoy en este blog.
Un abrazo
La verdad que lo estoy pasando mal, con nervios y angustia, aunque hay momentos que veo que lo se hacer y me animo.
¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que me adapte al servicio? ¿cuál sería el normal?.
Muchas gracias por su atención
Bueno amiga, la verdad es que debes darte algo más de tiempo; hay servicios que son más complicados y que es imposible controlar todo en los primeros días. Tienes que darte tiempo a aprender con la ayuda de tus compañeros, eso es imprescindible. Ellos pasaron en su día por tu misma situación y tuvieron que aprender, como hoy lo haces tú, todo lo que ahora hacen con soltura y seguridad. Date tiempo.
Eso sí: pregunta, pregunta y pregunta... todo lo que dudes. Anota lo que tenga más complejidad y hazte tus chuletas para poder consultarlo en el momento que sea; ayuda a tus compañeros cuando hayas terminado tus tareas en todo lo que se precise...
En fin, date tiempo.
Te deseo lo mejor y mucha suerte. Espero haberte sido de alguna ayuda.
Un abrazo
Gracias por dar voz a este tipo de situaciones que todos sufren y que se mantiene escondido y no se toma ninguna solución para cortar este tipo de tratos.
En este trabajo hay muchas personas QUE NO DEBERÍAN ESTAR. Personas que les da igual los enfermos/usuarios que atienden y personas que no saben trabajar con otros compañeros, son envidiosos o no están a la altura y disfrutan amargando al que llega nuevo. Eso NUNCA debería tolerarse pero es que los jefes tampoco hacen nada para pararle los pies a esos/as impresentables. Los jefes son a veces tan culpables como esos malos compañeros.
Tú ve a lo tuyo, haz tu labor lo mejor que puedas y esfuerzate por ser cada día mejor, estudia y actualiza tus conocimientos y pasa de esa gente. Te fe en tu trabajo.
Un saludo y perdona por la tardanza en la respuesta. Mis estudios me tienen alejada de mi blog, por desgracia.
Haz lo que te guste y si te gusta ser enfermera, ¡¡¡adelante!!! NO dejes que nadie te amargue tu trabajo, no dejes que nadie te trate mal, no dejes que nadie te imponga su criterio si no está bien fundado o justificado con evidencia científica. Estudia y actualiza tus conocimientos para fundar lo que haces siempre en los mejores avances de conocimiento enfermero, lee documentos de investigación enfermera y adapata tu trabajo a esas evidencias.
No tienes porqué trabajar solo en un hospital; también existe la posibilidad de la Atención Primaria, de servicios de Urgencias, de la investigación, la docencia... Busca cual es tu sitio, donde te sientes a gusto y te ves capaz de llevar tu trabajo a cabo con decisión.
Y no te desanimes, todos los comienzo son difíciles y siempre, siempre, se duda de estar en el sitio correcto.
UN abrazo y gracias por visitar este espacio, por leer y por comentar.
Ante todo, enhorabuena por tu nueva contratación, me alegro muchísimo y espero que sea un buen lugar y el contrato largo.
El miedo..., terror, que cuentas es totalmente normal; nos puede la responsabilidad de nuestro trabajo, sabemos a qué nos enfrentamos y sentir ese miedo es signo de que tomas conciencia de lo importante que es hacerlo bien.
Me alegra que lo que cuento te suponga un alivio: ese era el objetivo, porque aunque este relato pertenece a una novela que escribí, está basado en mi propia experiencia, palabra por palabra.
Suerte en tu nueva contratación y gracias por visitar este espacio, por leer y por comentar.
Un saludo
Dios te bendiga
Me alegra saber que este texto sirve a alguien para tomar confianza, gracias por ller y comentar.
Te deseo mucha suerte y te deseo que compartas tu labor con buenos comepañeros, que es con diferencia una de las cosas más maravillosas que hay
Besos miles
hace tres días que empecé a trabajar de enfermera tras terminar la carrera. Estoy en una ciudad nueva y en un hospital enorme y que no conocía de antes. En una unidad de medicina interna donde el trabajo parece no acabarse nunca y todo el mundo va siempre con prisas.
Acabo de encontrar este texto buscando escritos y experiencias de otras enfermeras novatas, y la verdad es que es un alivio. Porque por mucho que te digas y que te digan que todo el mundo ha pasado por lo mismo, no te imaginas o no te crees hasta qué punto es cierto. Las horas fuera del hospital entre turno y turno repasando lo que hiciste para asegurarte de que no hubiera nada mal, agobiándote por tener que volver y que la próxima vez no te dé tiempo de hacerlo todo, dormir sin descansar casi soñando con los pacientes,...
Lo único que tuve claro todos los años de carrera era que enfermería era lo que quería hacer y que era mi profesión. Y sin embargo el segundo día salí pensando "¿y si me he equivocado?" y esa pregunta da casi tanto miedo como equivocarse con la medicación.
Me alegro de haber leído tu experiencia porque me ayuda a pensar que dentro de unas semanas empezaré a preocuparme menos por el reloj y las equivocaciones y a disfrutar como lo he hecho en todas las prácticas.
Un saludo.
Me alegro de que mi relato te haya servido de ayuda... creo que lo que cuentas es justo lo que me pasó a mí y es lo que narro en mi texto. Tener dudas es totalmente normal porque la responsabilidad es enorme y eso te hace replantearte ciertas cosillas.
Me alegro que tengas trabajo, me alegro mucho... NO dejes de estudiar, de preguntar a quienes saben más que tú, de formarte, de leer trabajos de investigación de otros enfermeros... La mejor expresión de tu trabajo es tu dedicación y tu capacidad de seguir aprendiendo y mejorar la calidad de los cuidados que proporcionas a los enfermos y personas que atiendes.
¡Mucha suerte!
Gracias por leer mi espacio y por comentar
Un abrazo y besos miles
Un saludo
Ante todo, enhorabuena por tu nuevo trabajo.
Ser la nueva/nuevo es una sensación que siempre será más o menos llevadero en base a los compañeros que comparten contigo el servicio, siempre depende de cómo te reciban. Te deseo lo mejor y que tu contrato sea duradero.
Muchas gracias por tus palabras y por comentar
Un abrazo
He terminado los estudios de enfermería este año y estoy trabajando como enfermera en un hospital a la unidad de pediatria. Y hoy iba en busqueda de algun apoyo o alguna frase para calmar mi inquietud. Tu texto la clava, las palabras que escribiste es lo que sentí los primeros días de practicas. Y ahora que llevo un mes, aún sigo con mis dudas, con mis inquietudes, con este miedo al error.
Gracias por estas palabras.
siento mucho el calvario que me cuentas y que has pasado... Yo he vivido situaciones similares aún llevando como enfermera más de 10 años, cuando trabajaba en la residencia de discapacitados físicos. Cuando te dejan sola con una carga de trabajo que una sola persona no puede abarcar ya no se trata de que seas nueva o de que lleves poco tiempo en ese puesto, es que ESTÁN ABUSANDO DE TU PERSONA COMO ENFERMERA y están poniendo en riesgo la seguridad de las personas que tienes que cuidar. Con esa carga de trabajo tan brutal no se puede estar a todo...
Siento no poder hacer más, espero que todo mejore y que pronto te sientas a gusto en el sitio que desarrolles tu labor.
Gracias siempre a ti, suerte y un abrazo
Me alegra que leyendo este artículo te hayas sentido un poco mejor... como verás también con los comentarios de las personas que me han escrito, lo que describo no es tan excepcional y el que más el que menos pasa por una situación similar. Aunque el tiempo te dará la confianza que ahora necesitas, controlarás el miedo y el caminar un sendero conocido te dará tranquilidad.
Gracias siempre a ti, por leer y por comentar
Un abrazo
Siento mucho lo que me cuentas, llevar 15 años y seguir sintiendo esa angustia... Hay servicios «más mables» que otros y en aquéllos en los que estás casi sola todo cuesta mucho más. Ya sabes, de todos modos, que los errores son atemporales: todos los cometemos, llevemos el tiempo que llevemos; eso sí, ser responsable es la mejor muestra de profesionalidad.
Este es tu espacio para lo que creas que te puede servir...
Un abrazo y ánimo,
Llevo un mes muy mal. Soy estudiante de cuarto, y ya realizo mis ultimas prácticas. Actualmente, estoy en la UCI de traumatología. Cuando me dijeron a donde iba, empecé con cierta angustia a lo desconocido, a saber que me enfrentaba al paciente crítico y a enfermeras que llevan más de 20 años ejerciendo en la unidad. Aun así, iba con muchas ganas. Un mes después, he de reconocer que he aprendido mucho y que las enfermeras me dan la responsabilidad de llevar un paciente yo sola (y consigo pasar las 13h la mayoría de veces) pero no descanso pensando en lo que me pueda llegar pasar de aquí unos meses cuando esté sola, en una nueva unidad. Me aterroriza pensar en que no me ayuden, en que aun me queda mucho por aprender, EN HACER ALGO MAL. He disfrutado taaaaaanto de todas mis prácticas, y en todas (incluso ahora) me han comentado que me quede a trabajar, pero... ¿y si el miedo no se me va? ¿Quiere decir que no valgo como enfermera? Me destrozo pensando que no saldré de esta. Que no podré dedicarme a algo que he luchado durante 4 los... estoy muy bloqueada y no dejo de llorar cuando estoy en casa sola. Al comentarle esto a mi madre, ella me pregunta que por qué no he estudiado otra profesión. Mi pareja me dice que luche.. por otro lado, siempre he preguntado sin miedo a todas las enfermeras, pero de repente ahora siento vergüenza en muchas cosas, me impone demasiado saber que llevan tantos años y que piensen que son cosas absurdas que ya debería saber..
No sé si me he explicado bien, si alguien me puede ayudar o si.. no tiene arreglo y he de dejar de estudiar enfermería.
Gracias
Vuestro aporte en este comentario es un relato de lo duro que es, un relato cada uno de ellos en sí mismo. Lo complicado que es terminar la carrera choca con la dura realidad que supone incorporarse una plantilla que no siempre te mira con buenos ojos ni te ayuda ni cuenta con tu aporte, por modesto que este sea.
El tiempo nos da la seguridad que necesitamos, pero es necesario que tengamos un poco de confianza en nuestra capacidad; miestras, se hace imprescindible estudiar, preguntar todo lo que no se sepa, ayudar a los compañeros, contar siempre con las personas que nos aportan conocimientos...
Gracias por leer y por comentar y, de nuevo, pido disculpas por la taardanza
Un saludo
Tengo que reconocer que me has sacado varias carcajadas imaginándome la situaciones tan terribles que has tenido que pasar. Escribes y describes de maravilla.
Yo soy recien graduado y tengo ahora el temor que pueda cometer un error grave o de que la situación me supere.
En las prácticas siempre he estado espabilado y dándolo todo, pero soy consciente de que cuando me ponga a trabajar tendré que dar lo mismo pero multiplicado por 10.
Gracia de nuevo por compartir tu experiencia.
Gracias por compartir tu experiencia públicamente, me ha servido muchísimo leerte. Espero algún día, que me suceda lo mismo que a ti y que de repente controle y haga todo lo que tengo que hacer, sin dudar tanto y con seguridad. Gracias!
Mi primer trabajo fue en un hospital nacional de mi país uno de los más grandes y el que siempre soñe trabajar cuando era estudiante, se me abrió la puerta laboral en dicho hospital por lo que iba muy feliz pero nervioso
El primer día fue solo inducción pero al pasar los días ya me movilizaba por el servicio tuve unos cuantos compañeros buenos y varios compañeros malos eso me hizo sentir incómodo hasta tal punto que termine renunciando eso fue hace ya dos anos casi y hoy me arrepiento porque dejé que mis emociones y que los malos compañeros me quitarán mi sueño
A veces si definitivamente no quiero volver a trabajar en enfermería y estoy en un dilema porque hay momentos en los que me gusta y otros momentos en que detesto la profesión
Os doy las gracias por leer este texto, por comentar. Este trabajo de enfermera es duro, complicado y difícil, pero también es gratificante. proporciona más satisfacciones que otra cosa, lo importante es encontrar nuestro propio equilibrio y saber hasta donde te debes llevar el trabajo, que no te nuble tu vida personal. Y claro eso es más fácil en unos sitios que en otros. Estudiar, esforzarse, estar al día, trabajar en equipo, formarse, no bajar la guardia... esas son las claves que me funcionaron a mí.
Gracias a tod@s por leer y comentar, este espacio sigue teniendo vida gracias a todos ustedes.
Un abrazo
Gracias por tus palabras, siento haber tardado en responder
Me alegra que te haya gustado, y sí, es prácticamente autobiográfico. Espero que tus inicios en la profesión hayan sido buenos. Ser consciente de lo que llevas entre manos es lo que te permite evitar los errores: huir de la rutina, Estudiar, esforzarse, estar al día, trabajar en equipo, formarse, no bajar la guardia... esas son las claves que me funcionaron a mí.
Un abrazo, suerte y gracias
Sí, esto pasa, un día te das cuenta de que ya controlas lo suficiente como para estar algo más tranquila, aunque nunca hay que bajar la guardia. Te digo lo que a los demás: huir de la rutina, Estudiar, esforzarse, estar al día, trabajar en equipo, formarse, no bajar la guardia... esas son las claves que me funcionaron a mí. Apóyate en tus compañeros y sé tú misma el apoyo de tus compañeros.
Espero que te vaya muy bien. Un abrazo, suerte y gracias por leer y comentar
Espero que finalices tu carrera con mejores sensaciones, con más prácticas. Estos tiempos tan feos derivados de la pandemia por COVID19 hacen todo mucho más complicado, por eso te deseo mucha suerte y cuidado.
Gracias por tus palabras, de corazón
Un abrazo
INFORME PERICIAL...
Cierto. No entiendo a quienes NO ayudan a los compañeros que acaban de empezar/de llegar.
Gracias a los dos por leer y comentar.