Memorias de mi enfermera V: "Aprender a vivir"

Cerró los ojos, un gesto innecesario ya que aún estaba oscuro. Pero necesitaba tener la sensación de que la oscuridad no le iba a engullir. Necesitaba sentir que si veía oscuridad era porque él cerraba los ojos. Fue inútil. Las lágrimas se agolparon tras sus párpados escociéndole, quemándole, impidiéndole respirar. El silencio era absoluto. Sólo se escuchaba a su lado el rítmico y sereno respirar de ella, dormida, acurrucada de cualquier manera en el sillón, ajena a su vigilia, benditamente ausente. En la otra cama de su habitación de hospital no había nadie y en el oscuro pasillo hacía horas que se había dejado de sentir el ir y venir de las enfermeras del turno de noche.
      Suspiró profundamente intentando controlar su cuerpo, pero fue en vano. El llanto ganó la batalla y, sin fuerzas para resistirse más, lo dejó fluir ya sin voluntad alguna. Aún vencido por la vorágine de su dolor, la habitación permaneció en un eclesial silencio que permitía seguir escuchando el respirar quedo de ella.

Cerró los ojos y recordó...

Tres años hacía ya que comenzó todo. La pérdida de peso sin justificación, los intensos y paralizantes dolores de cabeza, el malestar constante, el cansancio y esa insalubre sensación que te grita por lo bajini que algo va mal, que algo en tu interior se está tomando la libertad de estropear algún recóndito resorte que te lleve a una situación jamás deseada, jamás, cuando uno acaba de tener un hijo, cuando uno acaba de empezar una vida. Nunca es un buen momento para enfermar, nunca, porque ella estaba embarazada y la nena era demasiado pequeña, demasiado pequeña...
      Daba igual que te resistieras; el resorte de tu organismo estaba definitivamente roto. Sin solución. Roto.
     En un aciago día, tras meses de negar lo evidente, te ves ingresado en una cama de hospital, las fuerzas agotadas, cien mil cables saliendo y entrando por tu cuerpo, un cuerpo que ya no te pertenece, que ya no funciona como debe. En un sólo día te ves al borde de la muerte, desesperado por el dolor, por la angustia... Tu vida ya no es la misma y nunca volverá a serlo.
    Tus riñones ya no funcionan. Debes asumir eso. Y debes aprender a vivir... de nuevo. Tienes que aprender a vivir, de nuevo.

Se te concede una tregua de meses antes de empezar la hemodiálisis, meses en los que la dieta se reduce hasta los límites de la malnutrición. El agua, los alimentos y sus componentes —de los que hasta ese momento fuiste completamente ajeno, porque ¿a quién coño le importa lo que es el fósforo, el potasio, la creatinina y lo que hacen en nuestro cuerpo?— son un veneno potencial para tu averiado organismo. Comer ya no es un placer, es un ejercicio de cálculo, una ecuación ponzoñosa en la que la incógnita a despejar es cuánto líquido puede encharcar tus pulmones si te saltas las restricciones.
      Pero esta dieta tan estricta no te va a curar... esto sólo es el preámbulo de lo que viene después. A los pocos meses empiezas con la hemodiálisis y empiezas a comprender lo que será tu existencia a partir de entonces. La vida sigue allá fuera mientras tú tienes que pasarte cuatro horas enganchado a una máquina que te limpie lo que tus riñones ya no pueden. Cuatro horas en el que eres consciente de que la gente vive su vida fuera, completamente ajenos...
      Aprendes a vivir. Sí, claro que sí. Aprendes a organizar tu vida y tu trabajo alrededor de esas cuatro horas, tres veces en semana. Aprendes a intercalar tu ocio en ese tiempo tirano que nunca te da tregua. Aprendes a irte de vacaciones llevándote tus cuatro horas tres días en semana allá a donde vayas. Claro que sí. Aprendes a vivir con tus hijos al máximo antes de tener que irte un sábado al mediodía a cumplir con tus cuatro horas. Hasta aprendes a sonreír con educación cuando alguien tiene la osadía de decirte, sin perder la sonrisa, que te ve muy bien, muy bien... que lo tuyo lo llevas estupendamente y que no dejes de pensar que hay cosas peores... Esas personas que, en su atrevida ignorancia de personas aparentemente sanas, no se dan cuenta que ellos no pueden juzgar eso, que nadie puede juzgar si una enfermedad es peor que otras. ¿Qué es peor? ¿Ellos lo saben? ¿Saben ellos lo que cada persona sufre con esas enfermedades? Para cada uno su enfermedad es su infierno, da igual que sea cáncer, esclerosis múltiple, Alzheimer, cualquier patología rara o insuficiencia renal crónica.

Un día, de repente, te abren la puerta a la esperanza. La esperanza de un trasplante. Y entonces aprendes a vivir con la ilusión de que un día tu calvario tendrá un final, que no es para siempre, que puede ocurrir un milagro: el milagro de que te pongan un riñón sano que haga lo que los tuyos un día decidieron dejar de hacer.
      Y ese día llega y tú eres muy feliz. «En unas semanas seré libre, me libraré de mis cuatro horas tres veces en semana y volveré a llevar una vida normal» te dices.
     Antes de la operación te dan un papel para que lo firmes. En él se recogen los riesgos que corres en tal intervención, riesgos derivados de la operación o de los medicamentos que te darán durante y después de la misma. Pero eso es algo que le pasa a ¿cuántos? ¿Uno de cada mil? ¿Uno de cada quinientos? ¡Va, da igual! Lo firmas, lo firmas con la esperanza de que eso a ti no te suceda. Algo puede ir mal, claro, lo entiendes, pero a ti no te va a pasar nada. Sabes que los adelantos de hoy día no permiten que eso no suceda. Firmas el papel de la autorización con una sonrisa contenida entre los labios. ¡Bendita ignorancia! «¡Esto se va a acabar, se acaba!»
      Entras en el quirófano con el billete de un beso en tus labios, un beso impregnado de esperanza, un beso de ella. Cuando despiertes tu vida será otra. La vida de los dos será mejor.
     Pero todo va mal. Mal, tan mal que casi las Parcas consiguen arrancar tu esencia por siempre jamás y transformarla en un recuerdo. Las advertencias del papel que firmaste se quedaron cortas, muy cortas. ¡Oh, bendita ignorancia! Más dolor, más sufrimiento, más pesar. Sí, pero vivo.
      Y una semana más tarde te encuentras en una habitación a oscuras. Está a punto de amanecer. Ella duerme en el sillón junto a tu cama. Su mano posada en el colchón, esa mano que se durmió cogida a la tuya, dándote fuerzas, dándote unas ganas que aún no tienes.

Por fin, el llanto cedió. Tuvo la virtud de lavar tu dolor, de llevar tu pesar al sitio justo en donde debe descansar. Abres los ojos y sabes que algo ha cambiado. Sí.
      Un resquicio de luz tiñe de oro el horizonte tras la ventana, delimitando majestuosamente los edificios que te impiden ver el sol. Amanece un nuevo día. Miras el halo dorado y sientes renacer en tu interior lo que creías perdido en su sufrir.
      Y entonces lo sabes. Te sonríes a ti mismo tímidamente.
     Aprenderás a vivir, aprenderás a recuperarte de esto.
     Sin dejar de sonreír, tomas la mano de ella y la acaricias.

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Esta historia no es fruto de mi imaginación. Los personajes, él y ella, son reales.
      Cada uno tiene su pequeña porción de dolor en esta vida. Todos tenemos algo que nos hace sufrir o que nos impide llevar la vida que desearíamos. Todos sufrimos en nuestra existencia tropiezos que nos obligan a detenernos un instante y reflexionar. Y aprender a vivir con lo que el destino nos pone en nuestro camino. No mires a los demás, ni en lo bueno ni en lo que crees que pueda ser peor. Ninguna enfermedad grave es mejor o peor que otras. Aprende a vivir y lucha con uñas y dientes...
     Recuerda, todos somos mucho más fuertes de lo que creemos. Nada nos puede vencer.
    Esta historia, real, muy real, pretende ser un soplo de esperanza, una inyección de energía para los que sufren algún grave padecer. Para ellos va mi apoyo.

Y, por ahora, nada más. Cuidaos, por favor...
editado 23 febrero 2017

Comentarios

Marse Sobrino ha dicho que…
Sencillamente me ha impresionado Lola, me he sumergido, me la he imaginado, y uffffff, muy fuerte, lo llegas a sentir en ti mismo, fuerte y profundo, besos miles guapa
No cogé ventaja, ¡miarma! ha dicho que…
Me has hecho recordar momentos duros vividos con mi madre y hermana.
Gracias por tus consejos y el grito de esperanza que recoge tu entrada.
Un beso
Anónimo ha dicho que…
Soy enfermera de hemodialisis. Gracias por este relato. Es una realidad del dia a dia, tenemos que luchar por nuestro dia a dia, igual que mis pacientes luchan por un transplante, luchan por sobrevivir dependiendo de una maquina.
simplemente GRACIAS!
Lola Montalvo ha dicho que…
Mª JOSÉ: muchas gracias por lo que me dices, porque eso precisamente es lo que pretendía con este relato. Debemos ser conscientes de lo importante que es estar sano y de lo mucho que hay que luchar a diario por llevar una vida relativametne normal cuando estamos enfermos.
Gracias, Marse, por estar ahí. Besos miles.

RAFAEL: Sé por otros comentarios tuyos que debiste pasarlo muy mal con la enfermedad de seres queridos tuyos. Tú mejor que muchos sabes lo tremendamente difícil que es luchar por ellos. Un fuerte abrazo. Besos miles.

ANÓNIMA: Bien sabes lo que supone este mundo de los pacientes de enfermedad renal, lo que supone que te pongn en la lista de transplantes, lo fuerte que es que uno consiga que ese transplante vaya bien y pueda recuperar cierta normalidad en su vida. Pero también, lo "arrasador" que es que, después de conseguir que te transplanten, todo vaya mal y vuelvas al mismo punto de partida. O varios pasos más hacia atrás...
Gracias por visitarme, por leerme, por opinar. Espero que vuelvas. Besos miles, compañera.
Anónimo ha dicho que…
Me ha gustado mucho Lola Montalvo, todo esto lo pasó mi padre cuando yo estaba en 2º de enfermería y hoy, dos años después aun lo recuerdo como si fuera ayer... Por suerte él está muy bien con su "nuevo" riñón.
Lola Montalvo ha dicho que…
ANÓNIMO: muchas gracias, me alegra que te haya gustado mi relato. Pero creeme si te digo que mucha más alegría me produce el saber que tu padre, tras ser transplantado, está muy bien y puede llevar una vida casi normal. Eso es lo que más satisfacción da. Cuídate y cuídale. Besos y un abrazo para él.
Anónimo ha dicho que…
no tengo palabras para describir lo que por unos momentos mientras leia me has hecho ver y sentir. gracias lola porque esto nos ha abierto y abrira los ojos de mucha gente que como yo ignoramos lo que es sufrir una enfermedad.
Lola Montalvo ha dicho que…
ANÓNIMO: Gracias a ti por visitar este espacio. Un abrazo.
Francisco Galván ha dicho que…
Tremendo relato, crudo y real, Lola. Y más habitual de lo que vemos y sentimos a nuestro alrededor. Bueno, tú si estás en contacto diario con ello por tu profesión. hay que ser de una pasta especial (y no es tópico) para vivir a diario esas y otras historias más terribles.
Y gran calidad literaria.
Unknown ha dicho que…
Como enfermera te doy las gracias, por este relato tan real y que he vivido en tantas ocasiones estando tanto en Hemodialisis como en la unidad de trasplante renal; Has narrado con toda exactitud lo que viven muchos de nuestros pacientes y realmente has logrado conmoverme...
Lola Montalvo ha dicho que…
FRANCISCO: La vocación... esa palabra que aúna connotaciones místicas y anhelos elevados justifica que se pueda vivir a diario circunstancias que para muchos serían inimaginables. Gracias por tus palabra que me hacen sentir tan bien... Gracias por la visita, estás en tu casa. Un abrazo

HELENA: gracias por tus palabras. Creo que lo difícil de una enfermedad como ésta es asumir que no tiene cura y que, para muchos, por desgracia, no tienen ni la esperanza de un transplante. Aprender a vivir con eso es una dura lección. Gracias por lo que me dices. Besos.
Anónimo ha dicho que…
Gracias, Lola Montalvo, mi desconocida colega. y ahora amiga, por haberme invitado a entrar como autor en Libro Virtual Org, cosa que acabo de formalizar. Veo que tienes mucho ambiente entre los lectorers, y ello, sin duda, demuestra que escribes muy bien, con sencillez y rotundidad. Te felicito por ello. ANTONIO DE MIGUEL
Ascen ha dicho que…
Hola Lola: haces que los sentimientos salgan a flor de piel leyendo tus relatos, sobre todo cuando las historias las asociamos a alguien. Ójala que el protagonista encuentre pronto ese riñón tan deseado.Besos para ti y tu familia.
Lola Montalvo ha dicho que…
ANTONIO: gracias por tus palabras y por tomarte la molestia de visitar este, mi humilde lugar. Eres bienvenido y espero que quieras volver. Un abrazo.

ASCEN: no te puedo decir nada que no sepas de sobra. Mi dolor y mi esperanza. Besos, amiga mía.
Juanma ha dicho que…
Sin duda, querida Lola, todos somos más fuertes de lo que creemos. Incluso podemos ser más fuertes de lo que verdaderamente somos.

Historia trepidante y fantásticamente narrada. Es imposible soltarla una vez comienza uno a leer. De verdad, mi enhorabuena.

Y muchos besos.
ana ha dicho que…
Todos habitamos la limitación, sí... pero unos más que otros. Me uno a ese grito que es oración por los que sufren cada día una limitación tan tremenda: el de la enfermedad incurable, crónica. Y me uno a la gratitud de los demás comentaristas por tu historia narrada. Gracias por saber contarlo.

Un abrazo.
adela ha dicho que…
Un fuerte abrazo para los valientes que viven con algo así y otro para los valientes que pueden incluso hablar de ello.
irlandaherrero ha dicho que…
Vuelvo a llegar tarde, me cachis!!!
Tampoco se me ocurre demasiado que decir, pero permíteme que me una a ti y a todos los comentarios con mi propio soplo de esperanza.

Un fuerte abrazo!!!
Lola Montalvo ha dicho que…
JUANMA: Tienes tanta razón, tanta. Pero uno se da cuenta de ello cuando ha pasado el tiempo y lo peor ha quedado atrás. Ojalá tuvieramos un medidor a priori de las fuerzas de las que disponemos para cada batalla... Besos miles, amigo, y gracias por tus palabras. Gracias por venir.

ANA: Tú que compartes profesión conmigo ves como veo yo enfermedades atroces cuyo sufrimiento la mayoría no es capaz ni de imaginarse... y sin embargo sonríen, aprietan los dientes y tiran p'alante. Gracias a ti por leerme y por decirme. Besos

ADELA: se puede escribir de ello porque la herida está "apañá", pero hablar no siempre se puede dado que con un peazo de nudo en la garganta no siempre se le entiende a uno...
Gracias, vida mía, Adela, por seguir viniendo y por leerme. Besos

MARILUZ: nunca llegas tarde porque esto no caduca... Yo lo dejo aquí y siempre está fresquito!! Sé que estás ahí y que siempre lo estarás. Un corazón bueno que tienes, enorme. Besos
Ana ha dicho que…
Todo mi respeto para las personas que sufren su propio calvario día a día y que nada les para ni les hace desistir de su lucha. Qué necesaria es la valentía y la fortaleza.

De tus mejores relatos que he leído hasta ahora Lola, mi enhorabuena, has transmitido una realidad que no se nos debe olvidar ;)
Lola Montalvo ha dicho que…
ANA: la valentía y la fortaleza pueden ser inspirados por personas como tú. Besos.
Palmer ha dicho que…
AMOR, AMOR ,y AMOR, el mejor asidero para seguir viviendo o sobreviviendo en algunos casos. Alguien en quién refugiarte, te arrulle y te acaricie el pelo cuando el mundo es demasiado gris y frío ahí fuera, alguien q te lleve sobre sus hombros cuando ya no puedes caminar más y te diga que eres el ser mas hermoso q jamás ha conocido y se que tu personaje tiene ese amor. Me despido muy emocionada.Encarnita
Lola Montalvo ha dicho que…
ENCARNITA: Y tú me emocionas a mí. Me haces ver cosas que no soy capaz de apreciar en mí y bien sabe Dios que las necesito. Gracias por venir, gracias por decir, gracias por todo. Besos, guapa.
EDDIN ha dicho que…
uuffff dios esto me a ello hasta llorar es un momento de vida por el cual paso un pequeño agovio, y de verdad que esto te ayuda a reflexionas de tal manera que sientes que es asi. por eso siempre digo DIOS CUIDAME, Y CUIDAD A TODOS TUS HIJOS...
Lola Montalvo ha dicho que…
Eddin: perdona porque no me llegó notificación de tu mensaje y lo he descubierto ahora. La vida no es fácil para nadie. Todos tenemos grandes escollos que salvar. Mi relato pretende ser un soplo de esperanza y de fuerza. Gracias por venir, por leer y por opinar. Un abrazo.
Mati ha dicho que…
Muchisimas gracias Lola por tu relato, me has puesto la piel de gallina y las lagriams han salido disparadas y es q has narrado algo muy real, lo digo en primera persona, ya q hace unos meses me sucedio a mi, despues de tres años esperando la llamada q se supone q va a cambiar mi vida por fin llego, pero no tuve suerte, la cosa salio mal, a las horas de tener mi nuevo riñon conmigo lo tuvieron q quitar pq se hizo un trombo y ahi empezo de nuevo mi espera, deseando q vuelva a llegar esa llamada y q esta vez sea la definitiva, p suerte m recupere bastante bien y sigo dia a dia luchando cn mi dialisis peritoneal. Gracias de nuevo p todo, te doy las gracias cm compañera(soy enfermera) y cm enferma. Muchos bss
Lola Montalvo ha dicho que…
MATI: Lo que narro es un hecho real, como te puedes imaginar. Ella, soy yo... A Él también se le formó un trombo en el injerto nuevo y casi se fastidia todo de forma definitiva porque sufrió una hemorragia interna. Fue muy duro y tardó tiempo en estar recuperado, pero a los dos meses estaba de nuevo en lista de espera con la ilusión de que llegue otro riñón que, esta vez sí, sea el definitivo.
Mati, sé que conoces esto de primera mano y lo durísimo que es. Muchas personas ajenas a esta situación ven los trasplantes como la panacea de la situación de los pacientes en diálisis, pero pocos saben que, justo con la intervención quirúrgica que supuestamente les sacará de lo malo, es cuando empiezan los problemas más enormes... y de ahí sí que es difícil salir, no sólo física sino psicológicamente.
Gracias, Mati, por tu aporte. Me ha emocionado y me ha hecho acercarme más a ti... en tu situación y como colega. Este espacio está a tu disposición. Un fuerte abrazo y besos miles.

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