Memoria de mi enfermera XXXV: «Por Navidad»


Hace tres horas que la encontramos...
Rafaela ingresó por una presunta neumonía. Llegó a urgencias a finales de noviembre, según parece, acompañada de su hija. Pero a la hora de acomodarla en su cuarto, cuando por fin le dieron cama tras dos días en observación, la hija nos dejó su número de teléfono y el de la residencia de ancianos en la que estaba viviendo Rafaela desde hacía seis años. Si pasaba algo grave o si la daban de alta, debíamos contactar con la residencia.
De eso hace ahora casi cuatro semanas y no la hemos vuelto a ver.
Rafaela se mostró, desde el momento en que se quedó sola, como una mujer callada, con un insistente silencio que a muchos hizo dudar de una demencia, pero sus ojos con un intenso brillo de inteligencia rápidamente nos hizo comprender el error de juicio. Guardaba silencio por deseo propio y el motivo era su profunda tristeza. Ahora tengo la certeza absoluta de que así era.
Tras unas pruebas se confirmó el diagnostico: sufría una tuberculosis, por lo que hubo que ponerla en aislamiento respiratorio durante tres semanas, hasta que que ya no hubiera riesgo de contagio.
Me dio pena tener que dejar a Rafaela sola en el cuarto, aislada. Mientras que estuvo con otras pacientes, no hablaba, no, pero se distraía con sus conversaciones o miraba la tele que ella no podía pagar al no tener dinero para ello; su hija no había previsto esta necesidad. Y nadie la visitaba, nadie la visitó jamás.
Pero al dejarla sola en una habitación, aislada, pude ver cómo se marchitaba el corazón de Rafaela día a día. Una mañana, mientras le tomaba la tensión me dijo: «No llego a Navidad, antes me muero...» Sus palabras me helaron la sangre. Le repliqué intentando sonreír, pidiéndole que no se desanimara, dándole esperanzas, diciéndole que no estaba tan grave, que en pocos días se levantaría el aislamiento y podría regresar a casa... «¿A casa?» Y me miró. La enorme tristeza que emanaba de sus bellos ojos marrones me hicieron un nudo en la garganta. No tuve palabras que decir, todas me parecieron vacías, huecas. Tomé sus manos entre las mías y me esforcé en infundirles calor. Y ella me sonrió con una profunda melancolía.
Día a día vi apagarse a Rafaela ante mis ojos. 
Los medicamentos hacían su efecto, su infección mejoraba; los datos eran esperanzadores, su cuerpo se curaba. Así se lo explicaba yo a Rafaela cada vez que entraba y procuraba hacerlo a menudo porque me daba penita verla tan triste y sola cuando cerraba la puerta tras de mí. Entraba cada vez que pasaba por delante de su puerta y no tenía tareas más urgentes que hacer. Me daba igual que tuviera que lavarme escrupulosamente cada vez que entraba y salía. Merecía la pena, porque al entrar la mirada de Rafaela  mostraba las pocas chispas de felicidad que le vi en todo el tiempo que estuvo con nosotros.
Le ofrecí varias veces llamar a su familia. Pero siempre me hacía un gesto negativo con la cabeza.
Anoche la dejé en su cuarto. Mordisqueaba un mazapán cuando salí, deseándole feliz noche y prometiéndole que al día siguiente nos veríamos. Me miró y me dijo «adiós»
Cuando llegué a mi planta a las ocho, fui directamente al control, pregunté por ella y me dijeron que como siempre, con Rafaela no había novedad. Había pasado la noche tranquila. Me puse corriendo la mascarilla, me lavé las manos y entré.
Nada más verla lo supe.
Estaba tumbada en su cama, boca arriba, los ojos cerrados, el gesto tranquilo, con los brazos reposando a ambos lados de su cuerpo. Me acerqué a ella, tomé sus manos y la llamé, pero lo gélido de su piel me hizo saber que ya no me respondería.
Se fue mientras dormía tranquila... y sola.
Y hoy... hoy es Navidad.

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He dramatizado el texto un poco, he cambiado el nombre de la mujer, pero les puedo asegurar que esto fue real... palabra por palabra. No fue paciente mía pero el día que le retiraron el aislamiento, en Navidad, esa pobre mujer se murió, sola y seguro que triste. Y lo vivimos en nuestra planta con enorme pesar.
No sólo debemos mirar a las personas en los hospitales o en los centros de salud y residencias. Podríamos mirar a nuestro alrededor en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana. Seguro que más de uno está esperando que le miremos a los ojos o le tomemos una mano.
En estas fechas en las que tanto se desea felicidad -muchas veces porque toca o es lo que se dice por costumbre- hagamos que estas palabras salgan de verdad de nuestro corazón y lleguen con calor a quienes lo necesitan.
¡Y Felices Fiestas a todos, pasadlo bien!
Y, por ahora, nada más.

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Comentarios

Thermofan. Marisa G. ha dicho que…
a mí tb me ha emocionado. Por desgracia, existen muchos casos de gente no sólo mayor, sino tb más joven y enferma que no tienen a nadie. Te sigo por facebook y por aquí desde hace poco.
Fui trasplantada de riñón hace 3 meses y doy gracias a la vida y a las personas que como tú nos hacéis que nuestra enfermedad sea más llevadera. FEliz Navidad
Lola Montalvo ha dicho que…
BEA: Imagínate cuando -hace unos 20 años que pasó esto-, entramos en su cuarto y vimos que se había ido, tan en silencio como había estado con nosotros. La vida es dura y fea a veces, pero creo que con bastante poco podemos mejorarla mucho... con un simple gesto.
Gracias por todo, Bea. Besos miles
Lola Montalvo ha dicho que…
MARISA: Sí, la edad no es condición de soledad... uno puede, además, estar completamente solo rodeado de decenas de personas.
Marisa, me alegro en el alma que te hayan trasplantado, que tengas ese regalo en ti y que estés tan feliz. En mi casa esperamos desde hace años un regalo parecido y tu ilusión me hace sentir que es posible, aunque sea muy difícil en nuestro caso.
Muchas gracias por tus palabras y por tu cariño. Besos miles y feliz Navidad, una de las más felices para ti, sin duda alguna... :)
rosa m nieto ha dicho que…
Que dura es la vida Lola, qué dura para algunas personas.
Yo tambien he presenciado historias cómo la que nos describes con tu especial estilo.
Lo peor, la soledad.
Es emocionante leer cómo nos cuentas la dureza del cuidado y la sensibilidad de los que cuidan.
Un beso grande rosa
Lola Montalvo ha dicho que…
ROSA: la soledad es lo peor, estoy de acuerdo contigo. Hace tiempo que ya no voy a un hospital como enfermera, pero cada día los recuerdo más y no sé por qué, estos tiempos, me los hacen más cercanos.
Besos miles, Rosa y gracias por tus palabras.
tomae ha dicho que…
Querída Lola, (hoy queridísima)

Quería pasarme por aquí para felicitarte, y me encuentro con una historia real de Navidad...

Quiero felicitarte a ti y a "Rafaela"* por tenerte un ratito en tus manos...seguro que parte de ese brillo viene de ya sabes donde (yo creo que de tu meñique)

*y si me permites le pido al Niño Dios, que mejore su "otra" situación... un beso Lola, bueno, no, miles!!!

Feliz Navidad.
ana ha dicho que…
Como siempre, un golpe de realidad.

¿Cuántas historias, verdad Lola?

Hablamos del espíritu de la Navidad, pero qué errores cometemos tan escandalosos. La Navidad no está en el ambiente, ni siquiera en los villancicos ni en los juguetes. Está en lo humilde, siempre en lo humilde.

(...)

El otro día paseando, a través de unas ventanas se veía lo que es una sala de estar de una residencia de ancianos. Estaban sentados, apoyadas las manos en la mesa, en la quietud y el silencio de la vejez. Se intuíta el silencio. Lo vi de refilón y sentí mucha pena.

A mi hija, aunque yo no dije nada, no se le escapó la escena, y soltó esta frase.

_Ay, pobrecines, mámá, mira... con lo contentos que estarían cuidando de sus nietos y escuchando la radio en su casa.

Se me inundaron los ojos pensando en lo que era ser abuelo para ella, y pensé en la enorme tristeza de esa sala.

TE DESEO UNAS FELICES FIESTAS AL LADO DE TUS SERES QUERIDOS.

TAMBIÉN A TODOS LOS QUE OS PASÁIS POR AQUÍ.

FELIZ NAVIDAD.
Carmeli ha dicho que…
Menos mas que todavia existe personas como Lola, me as enternecido y te dire que gracias por ser como eres. FELICIDADES.
No cogé ventaja, ¡miarma! ha dicho que…
He venido con intención de comentar pues, el otro día, no fui capaz de hacerlo.
Se me hace difícil hacerlo ahora también y desisto de ello. Igual la hija estaba muy preocupada con las diferencias sociales y comprometida en una ONG que cuida enfermos en el tercer mundo pero olvidó lo inmediato.
Esto es más fácil de lo que nos creemos Lola, estoy seguro. La sobervia, el orgullo y, lo peor, la idiotez no nos dejan vivir.
Un beso fuerte y gracias por traernos estas realidades, que seguramente nos ayudan a hacernos más humanos.
Lola Montalvo ha dicho que…
TOMAE: muchas gracias por tus palabras llenas de cariño. Besos miles y «feliz todo» para ti y los tuyos, amigo.
Lola Montalvo ha dicho que…
ANA: los niños son capaces de ver lo que nosotros ya no prestamos atención... y a veces nos dan lecciones de madurez. Besos miles, amiga y feliz Navidad para ti y tu casa, los tuyos...
Lola Montalvo ha dicho que…
CARMELI: Gracias a ti por estar aquí, conmigo. Besos miles, Carmeli, cielo.
Lola Montalvo ha dicho que…
MIARMA: De verdad, tienes razón, a veces hacemos juicios de valor que nos llevan a estar errados... trataré el tema en otra ocasión. Pero en este caso, cuando se llamó a la familia, sencillamente, pasó de todo. Hace 20 años... quizá, de este caso y fíjate, lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Espero no olvidar nunca todo lo que mi madre ha hecho para que yo sea como soy y lo que soy... todo lo que le debo, para no hacer nunca algo similar. Besos miles, amigo y gracias a ti por ser tan genial y por ponerme en mi sitio cada vez que hace falta... jajajaja!
Serena van der Woodsen ha dicho que…
Las penas con soledad son todavía más penas y más desgracias. Lamentablemente hay mucha más gente de la que pensamos sola. Agradecen el que estés ahí, dedicándoles sólo algo de tiempo. Hay unos voluntarios creo que de San Vicente de Paúl que a veces se pasan por las habitaciones, pero están muy poco tiempo. Iniciativas así hacen más falta.

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