Memoria de mi enfermera XXX: "Mis miedos"
Ya vienen los celadores a buscarme para llevarme al quirófano. Sí, aunque los enfermeros me han puesto un sedante al cogerme la vía, aunque me han explicado que el medicamento me ayudará a estar tranquila... aún sabiendo eso, tengo miedo.
Veo a mis hijos que están conmigo, en la habitación haciéndome compañía desde las 7 de la mañana. No han querido dejarme sol y se lo agradezco. Aunque procuran aparentar que están confiados, ellos tienen el mismo miedo que yo. Lo veo en sus ojos... eso no se puede disimular. Lo veo en sus sonrisas, en sus conversaciones en murmullos como si estuviéramos en una iglesia.
Sé que el pronóstico es bueno. Sé que es probable que cure del todo, que necesite radioterapia o no, pero que las probabilidades de que todo vaya bien son muy altas. Pero tengo un nudo en el estómago, un puñadito de mariposas traviesas que me hacen cerrar los ojos con fuerza y tomar aire profundamente...
«Todo irá bien...»
Escucho las voces de los celadores en el pasillo. Les oigo decir mi nombre. Entran y me preguntan el nombre mientras sujetan un enorme sobre de esos de radiografías con mis datos escritos en rotulador de esos gordos. Respondo con voz trémula que apenas me sale del cuello. Siento cómo el medicamento apacigua a duras penas los latidos de mi corazón.
En cuanto las enfermeras comprueban los sueros y la vía y mi pulsera de pruebas cruzadas -una vez más- me sacan de la habitación con movimientos profesionales, hablándome y diciéndome que ya veré que rápido pasa todo.
Mis hijos me besan en el pasillo y me dan apretones en las manos intentando infundirme confianza. Me da pena ver sus gestos contenidos de preocupación... ahora no pueden disimular; aún así me sonríen y me prometen que pronto nos veremos y todo habrá pasado. Me llevan a una sala muy luminosa y me pasan a la mesa de quirófano. Veo a todos con mascarilla y uniformes de colores azul, verde... Me hablan pero ya no soy capaz de entender todo lo que me dicen. A todo digo que sí. Sé que me sonríen y sus voces son amables. Me ponen una mascarilla que sale de la nada y me piden que cuente hacia atrás... siento cómo mi cuerpo se desliza rápidamente por un tobogán de oscuridad y ya no tengo miedo.
Ya no.
«Todo irá bien...»
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Los fármacos administrados previos a la cirugía están preparados para evitar que los pacientes sientan miedo... pero todos en un grado mayor o menor sienten cierta angustia cuando se les lleva a quirófano despiertos. No se puede evitar.
Tener esto presente, hacerse cargo de los sentimientos de nuestros pacientes y de sus preocupaciones ante su enfermedad es lo que hace que seamos mejores profesionales, objetivo que siempre debemos tener frente a nosotros en nuestro devenir profesional.
Y, por ahora, nada más.
Nota: hoy esta entrada se la dedico a alguien muy especial para mí. Empecé a escribirla justo cuando acababan de meterla en quirófano y dormirla. Sé que ha tenido miedo hasta que el sueño le ha restado todo temor.
Va por ti. Te quiero.
Comentarios
Recuerdo amablemente el ingreso en quirófano la vez que estuve, no tanto el despertar.
Es verdad que el ambiente que se respira en ellos, los quirófanos, el poco tiempo que se tiene lucidez es agradable.
Un beso Lola y encantado de leerte de nuevo
A la enfermera le pido que cuando despierte no me deje hablar...¡a ver que digo!
...PD también recuerdo a mis amig@s blogger@s.
Lo cierto es que su trabajo es uno de los más importantes y no siempre del todo valorado.
Muchas gracias, Bea, esa persona especial ya está mejor y espero que todo vaya bien hasta el final.
Besos miles
Besos miles y muchas gracias por regresar...
Besos miles... y espero que estés mejor, Tomae.
Beso.
Saludos desde Puerto Montt, Chile
Espero que todo te fuera bien y estés recuperado del todo. Un abrazo y gracias por leer y por comentar.
Llevarse a los pacientes en el cambio de turno, cierto, es lo peor... porque enfermería debe revisar al paciente y no se lo ponen fácil.
Besos miles, Serena