Memoria de mi enfermera XVII: Recordar... me
Mi mirada se pierde en ese rostro arrugado y extraño. Que no conozco, que no considero propio.
Y me asusto y me angustio y me aterrorizo... ¿Dónde estoy? ¿Quienes son esas personas que me rodean, que se acercan a mí, que quieren tocarme?
Y lloro. Lloro mi miedo, mi pérdida de mí, mi angustia de mi interior desconocido.
Miro mis manos, pero yo las recordaba más jóvenes, suaves, blancas y tersas. No son mis manos. Busco con la mirada a mi madre, su amado rostro de sonrisa fácil. Busco el consuelo de su mirada arropándome desde lejos. Creo vislumbrarla en ese rostro que se acerca a mí con una sonrisa inquieta.
Pero sólo encuentro desconocidos, manos que me agarran, palabras que no entiendo... ¡Y grito! Grito y me sujetan y me pinchan y me amarran y... lloro. Lloro por mi miedo, por mi pérdida, por mi angustia.
Cierro los ojos porque la oscuridad me engulle y su vértigo me atenaza.
Despierto.
Miro mis manos. Y suspiro de alivio. Reconozco mis manos, arrugadas y llenas de manchas y grietas, resultado de cincuenta años de duro trabajo. Siento a alguien a mi lado... ¡mi hija! Que me acaricia el rostro y me besa y me baña con sus lágrimas que reconozco amargas por su sufrimiento diario. Por su pena, por mí. Me duele que sea yo quien le hace llorar con tanto dolor.
Y recuerdo.
-¡Hija -le digo con un susurro que amenaza llanto-, no llores hija!
-¿Sabes quién soy, lo sabes? -me pregunta ella con un temor en la mirada que me parte el corazón.
-¡Sí -respondo tragándome a duras penas la angustia-, ahora en este momento te recuerdo! ¡Me recuerdo!
Y me abraza y me besa y me acaricia el arrugado rostro que ahora sé que me pertenece, que es el resultado de una vida... Ya pronto no me recordaré. Pronto ya no volveré a recordarla. Me sumergiré para siempre en la celda de mis recuerdos, esos en los que siempre seré joven...
Perderé para siempre lo que he sido, lo que soy.
Tengo miedo de que llegue ese día, mucho miedo, sí.
Cierro los ojos.
Noto unas manos que me apresan, un cuerpo que me aprieta, unos labios desconocidos que me besan y me agobian.
Miro ese rostro que no conozco y en el que leo pena, pesar y le pregunto:
- ¿Quién eres?
---ooo000ooo---
Las demencias se llevan toda la esencia de las personas: su memoria.
Imaginen mirarse al espejo y no reconocer el rostro que te devuelve la mirada.
Imaginen a esa familia no viéndose reconocida en esos ojos, los ojos de un extraño.
No me extiendo más.
Y, por ahora, nada más.
Imagen obtenida en pixabay, https://pixabay.com/es/photos/tres-en-raya-campos-vac%C3%ADos-1954446/
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editada 20 septiembre 2019, para añadir imagen
Comentarios
He tenido la suerte, hasta ahora, de no vivirlo en carne propia pero sí en un ser querido cercano, la mamá de mi esposo. A los ocho años unos señores de blanco, como dice él, se llevaron a su madre. Cuando la visitaba, en el sonocomio, nunca le reconoció, nunca le volvió a dar esa caricia de madre...ufff qué difícil
Besotes.
Desgarrador y, sin embargo, hermoso al leerlo. Bien difícil la cosa.
Besos.
Un beso.
Besos, Susana y gracias por opinar.
JUANMA: sí que es intenso y triste. Curioso que lo veas como una mujer, porque no he puesto sexo intencionadamente. Gracias por las cosas que me dices, Juanma. Besos miles
RAÚL: Esta situación es mucho más frecuente de lo que muchos piensan. Hay muchas alteraciones que pueden desencadenar demencia. Cuidarnos en la juventud puede ser un medio para evitar encontrarlas en nuestro camino. Gracias, Raúl, por leer y opinar. Besos
Besos, Bea, y gracias por leer y opinar.
http://fonoteca.esradio.fm/2010-10-01/es-amor-17031.html
ANA, PRINCESA DEL GUISANTE: Hola Ana, te recuerdo de haberte leído en el blog de Ana. Compartes, entonces, también profesión conmigo. Encantada de verte por este, mi humilde hogar, que puedes visitar cuando quieras. Estás en tu casa.
Gracias por tus palabras, eres muy amable. Un fuerte abrazo.
Recuerdo un día, en el que un marido a su mujer, a la que no reconocía ni era capaz de llamar por su nombre, le dijo muy despacio:
_ Yo no sé quién eres tú, lo que sí sé es que a tí te quiero mucho.
Había olvidado la biografía de la persona, su nombre, el por qué estaba a su lado, su quíén, pero no había olvidado sus sentimientos hacia ella. Fue emocionante.
Siempre que sale este tema, el del olvido, recomiendo un libro hermoso titulado MÚSICA BLANCA. Su autora es Cristina Cerezales Laforet. es precioso. Todo un recorrido por esa presencia de aparente olvido, ese estar ausente, que quízá no sea más que un silencio ante el recuerdo. Quizá el olvido de lo presente sólo sea una especie de ensimismamiento en el que la persona se recoge, un silencio hacia lo de fuera porque se vive en el recuerdo... de la infancia, de la adolescencia... de todo eso que tan apasionadamente fue el viaje de mi tiempo. Mi tiempo creador.
Alzheimer como remembranza del ser emocionante que fuí. He aprendido a mirarlo así después de leer este libro.
Gracias por recordarnos estas cosas, Lola.
Me ha emocionado lo que has contado, creo que es muy bonito y más porque es real. Gracias por tu recomendación. Pero, Ana, discúlpame, yo seré un poco más cruda: la anulación del ser propio cuando esta demencia o cualquier otra llega a sus extremos más terminales, no deja nada que recuerde lo que se fue. Nos deja llorando, solos, asustados, buscando algo que no se encuentra. Todas las personas que traté, que conocí que llegaron a esta situación, todas lloraban... Creo que deben sentirse muy solos, aunque no lo estén. Esa enfermedad les roba su ser.
Eres magnífica, Ana, no sólo en tu blog, sino en las aportaciones que haces en el mío. Gracias por vistarme, por leer, por opinar.
Besos miles
Muchas gracias por visitar este espacio y por opinar. Un abrazo.
Un saludo.