Reflexiones
Tras las últimas entradas creo que debo detenerme un momento y pensar...
Por una vez en mucho tiempo, voy a escribir sobre cuestiones livianas, que relajen el ambiente, que hagan sonreír mientras se leen. El cuerpo lo pide.
Y, supongo, que los que puedan leerme, también.
Es verano y en esta época muchos enfermeros y auxiliares de enfermería empiezan sus contratos de sustitución en hospitales, centros de salud, residencias. En verano comencé yo, tanto como auxiliar de clínica, en la Paz, un verano lejano ya -con 18 años recién cumplidos-, como de enfermera en el Clínico de Madrid. En las dos ocasiones el terror a lo nuevo, a la enorme responsabilidad, a la realidad abrumadora, tuvieron la dudosa virtud de privarme del sueño y del apetito haciéndome las primeras semanas una experiencia angustiosa y horripilante acompañada de un tirón perenne en las entrañas que no me dejaba vivir, que no me permitía sosiego alguno. Fue algo muy duro, sobre todo en mi nueva andadura como enfermera, tras tres años de carrera, de estudio estresante y agotador. En mi primer día de trabajo llegué a la pasmosa determinación de que ¡¡me había equivocado de profesión, que la Enfermería NO era lo mío!! Llegué al final del turno de ese primer día al borde de las lágrimas y con una sensación de espanto rayana en la locura.
Hoy lo recuerdo y me sonrío.
Pero si me esfuerzo, aún puedo recordar ese sudor frío y pegajoso bajo el áspero uniforme que no me abandonaba ni un instante, más una sensación constante de pánico al creer que algo iba a suceder, algo irremediable... Todos los días regresaba a mi casa con la firme determinación de abandonar, de tirar la toalla, de buscarme otro trabajo. Se lo decía a mi madre entre enormes lágrimas, enormes como melones que dibujaban en su rostro una preocupación serena que la animaban a decirme frases hechas -¡la pobre, qué me podía decir!- pretendiendo animarme, pero que conseguían irritarme aún más.
Al día siguiente regresaba a mi planta, a mi trabajo y al siguiente y al otro... sin dejar, ni por un momento, de decirme que me estaba equivocando. Y un día me descubrí decidida, tranquila, sin miedo, sabedora de mi labor y sin gritarme en mi interior mi firme decisión de abandonar. Satisfecha por haber conseguido mi ritmo, por haber podido sacar los conocimientos que llevaba dentro, obteniendo día a día la experiencia y el rodaje que procuran confianza en la propia labor. Aprendiendo a trabajar, a organizarme, aprendiendo a todo aquello que en las prácticas no se aprende... ni se enseña.
Hace de esto ya 21 años.
En ese tiempo he pasado por muchos sitios, he trabajado en muchos hospitales, en varios centros de salud, en un centro de minusválidos físicos, he sido docente, todo ello repartido entre dos ciudades diferentes. He sido nueva en un puesto innumerables veces, cierto... pero ninguna, ninguna de esas «primeras veces» fue como la de ese día de julio en el hospital Clínico de Madrid. Ninguna.
No abandoné y me alegro. Habría sido muy triste no poder ejercer la profesión para la que nací, la profesión que llevo marcada a fuego en los genes, la profesión que amo y que respeto. En definitiva, la profesión que me ha impelido abrir este blog y estar aquí contando mis cosas y mis experiencias.
En medio de ese amplio margen de años han pasado tantas, tantas cosas...
Bueno, creo que lo dejaré aquí. Todo lo que haya que contar se lo dejo a «Mi Enfermera» que lo cuenta mucho mejor que yo. O eso creo.
Así, que aquí dejo mis reflexiones. Muchos enfermeros comienzan en estas fechas su nueva andadura profesional tras terminar sus carreras en junio. Sé, porque aún lo tengo muy fresco en la memoria y en el corazón, que algunos lo habrán pasado mal, que habrán tenido miedo, que estarán, incluso, asustados... Pero eso sólo es el resultado del conocimiento pleno de lo que tienen entre manos, del hecho de asumir seriamente la responsabilidad que se deja caer sobre sus hombros. Ese temor sólo es el resultado de su calado profesional. Y ese temor es bueno en dosis pequeñas... mantenido por siempre jamás y controlado en todo momento.
Mucha suerte a todos y a todas.
Mucha suerte a ti, Ana.
Y, por ahora, nada más.
Comentarios
Gracias y enhorabuena. Y besos, claro.
Esta mañana pensaba que el año que viene, por estas fechas, estaré en esa tesitura que acabas de comentar y me ha entrado una cosa por el estómago sólo de pensarlo. Yo sé que lo pasaré mal, por como soy y porque ya lo paso mal en las prácticas, con eso te lo digo todo. Te doy las gracias por esta entrada, porque nunca se comenta este miedo que pasamos, y es consolador saber que no soy la única, que no soy rara. Muchas veces me he sentido así, como tú comentas y también he sentido que no valía para esto, menos mal que conforme pasa el tiempo vas encontrando tu sitio y te das cuenta de que no sólo vales, sino que haces falta y que la Enfermería te llena como pocas cosas en la vida. Mil gracias.
Ese primer día llegará, Velvetina... y pasará.
Confía y aprende todo lo que puedas, estudia y pregunta a tus tutores y enfermeros que se ocupan de tus prácticas. Haz todo lo que puedas, mira todo lo que puedas y confía en que tu primer día como enfermera será como sea, pero pasará. Y ya no habrá ningún día como ése.
Eso sí: a mis alumnos, cuando los tenía, y a mis nuevos compañeros, cuando llegaban a mi servicio, siempre les decía que todos tenemos derecho a ser 'nuevos', a aprender cómo funciona una planta o un servicio -aunque llevemos diez años trabajando- y que los demás tenemos la obligación a ayudar al que acaba de llegar hasta que se hagan con el sitio.
Me he enrollado muchísimo...
No te agobies y confía. Te irá bien.
Mil gracias a ti por venir, por leer, por opinar. Un abrazo.
Un beso.
BEA: por supuesto que el primer día es infernal en muchos trabajos. Ese miedo a hacer cosas solo es terrible, el miedo a equivocarse. Me alegraría saber que este post ayuda a otros enfermeros. Besos
ANÓNIMO: Muchas gracias por leer mi libro. Y te agradezco más aún que me lo hagas saber. A veces tiene una la sensación de que sus palabras quedan inertes en un libro cerrado. Ambos, mi libro y este blog, surgieron precisamente de la pasión que siento por mi trabajo, lo que me gusta ese día a día, el cuidar a los demás cuando más lo precisan... ¡ojo, con sus muchas cosas feas, que las tiene y mucho!
Gracias por visitar este espacio, por leer y por opinar. Espero verte por aquí. Un beso
Han pasado 3 años (sé que es una ridiculez), pero, parece que fue ayer y, aunque esa sensación de pánico desapareció, sigo teniéndole muchísimo respeto a la profesión, al día a día.
Me encantaría que me dijeras en qué librerías puedo comprar alguno de tus libros.
Mi libro no se vende en librerías, Serena. No me ha publicado ninguna editorial. Puedes leerlo on-line en :
http://www.librovirtual.org/book/NOV0106/A-ambos-lados
En este sitio hay una pestañita que te lleva a la página en la que lo vendo. Antes de comprarlo prueba a leerlo on-line y, si aún así quieres comprarlo, lo tienes en venta por internet en:
http://www.bubok.com/libros/1979/A-Ambos-lados
Me gustaría que te gustara... ;)))
Un abrazo
Suyo, Alfie
saludos
Un fuerte abrazo, compi!!
ANÓNIMO: esas sensaciones nos quedan grabadas en la memoria y hoy las recordamos con una sonrisa... ¡¡¡pero qué mal lo pasamos esos primeros días!!!
Saludos.
Sé que lo estás pasando muy mal... a mí me pasó lo mismo, lo mismo. Y fueron unos días muy malos, unas semanas que el tiempo que ha pasado desde entonces no ha conseguido borrar.
Date tiempo. Procura no angustiarte. Sabes más de lo que crees. Pregunta todo lo que dudes aunque alguien te ponga mala cara o te sientas una pesada. Anota, escribe, toma aire cuando hagas algo importante, pide ayuda cuando lo creas preciso. La enfermería es una labor de equipo, nos necesitamos unos a otros.
Deja pasar el tiempo...
Un día te darás cuenta de que ya no te angustias tanto, de que tu mente está más tranquila, de que las crisis de «pánico» ya no son tan frecuentes, de que lo que llevas dentro fluye con naturalidad. Ese día llegará. Pero debes de tener paciencia. Llevas poco tiempo y aún te irán surgiendo cosas que te hagan dudar. ¡A mí aún me pasa y llevo una porrela de tiempo!
En mi perfil está mi mail a tu disposición.
Y estoy para lo que creas que te pueda ayudar.
Un fuerte abrazo, Ana, y un beso.
Yo también me alegro por no haber abandonado mi vocación. Confieso que me ha costado muchas lágrimas estar aquí, mucho dolor. Pero lo que he aprendido a lo largo de todos estos años, bien merecen ese esfuerzo.
Es un privilegio haber llegado hasta aquí.
Y también lo es leerte. Estas reflexiones son el reencuentro con una enorme sonrisa.
Gracias.
Besos miles, amiga.
Gracias por decirme que la estás leyendo. Besos
Un abrazo.